Entrevista - La diva de las telenovelas. Vuelve a trabajar en la Argentina luego de más de una década. Hará teatro en Carlos Paz con el ex “Gran Hermano” Cristian U. A los 49 años, explica por qué nunca fue una heroína “hot” y prefirió siempre el recato. 06.12.2011 | Por Marina Zucchi mzucchi@clarin.com
LA DIVA DE LAS TELENOVELAS
Grecia Colmenares: "Yo amo el cliché"
06.12.2011 | 16:11 hs. · Fuente: Clarín
Nombre de imperio, modales de princesa, la suerte de Dorian Gray (sólo su retrato parece haber envejecido) y una convicción de antaño, casi de Lolita Torres, quien por contrato no besaba a sus galanes en el cine. Grecia Colmenares, la abanderada de los cuentos de amor en TV, se jacta del “nunca un desnudo ante la cámara”. Durante la última década, la respuesta al interrogante “¿Qué es de su vida?” era el silencio. Pero la venezolana que coleccionó los besos de Ricardo Darín, Raúl Taibo, Gustavo Bermúdez, Osvaldo Laport, Gabriel Corrado y Jorge Martínez volvió al país, a los 49 años, con una extraña misión: enamorar a un tal Cristian U en una comedia en Carlos Paz. Y anda paseando sus principios por aquí: “Es sabido. Nunca me voy a desnudar. ¡Ni por la plata más grande del mundo!”.YouTube la devuelve multiplicada, ciega, frágil, dama antigua, amante del Indio Catriel... Desdoblada en sus heroínas, hubiera podido llenar una piscina de lágrimas al cabo de sus 25 telenovelas. Se alejó del género, pero aclara que no lo abandonó. En Italia, por ejemplo, hoy se emiten cuatro de sus viejos culebrones en High definition. En vivo y en directo, Colmenares Mieussens -su doble apellido- conserva la cabellera dorada, la tibieza del decir y cierto aire inmaculado. Y uno se pregunta cómo podría funcionar su sutileza al lado del ex Gran Hermano Cristian U o de “La Mole” Moli. “Así es el arte”, se escuda.
-¿Dónde y haciendo qué estuviste todo este tiempo?
-En Miami, pero retirada no es la palabra. No había hecho nuevos proyectos. Estaba dedicada a cosas personales. Me aparté un rato y resultó una década. Pero el tiempo de Dios es perfecto. No quieras apurar lo que no tiene que ser ahora...
-¿No temías perder vigencia?
-No sé lo que es el miedo. El miedo paraliza. Y yo no me he paralizado nunca. La vigencia la determina el público. Y el público me demostró que nunca se olvidó. ¡Todavía pasan mis telenovelas en el mundo! Debutaste en la telenovela a los 11 años ¿Te hartaste del género? Nunca. Amo mi profesión. El reposo de la TV no fue algo que busqué.
-Siempre se te vio como a la princesa sufrida de los cuentos de amor y se te esperaba en personajes más sanguíneos, jugados. ¿Hoy salís del cliché?
-Yo amo el cliché. Fuera de la telenovela la gente se queda con mi imagen, con mi cara, pero yo soy divertida. Y he hecho locuras en la ficción. La telenovela es mi vida, es un gran producto, es algo que dura mucho, que se pasa en todo el mundo.
-Hay cierto patrón de corrección en tu carrera. Reparos ante el alto voltaje. Casi de otra época. ¿Por qué?
-Si ves mi carrera, no tengo nada de lo que yo pueda arrepentirme. Gianfranco, mi hijo, puede ver todo y se siente orgulloso. Todo lo cuidé y lo cuido. A mi carrera la respeto. Las cosas se pueden hacer con picardía, doble sentido, pero siempre con respeto. Es obvio, ¿Cómo me podría desnudar? Son mis partes, es mi intimidad. Salir en traje de baño, insinuar una espalda, está bien. Con eso la gente ya se hace la película.
-¿Pero un actor no debería estar dispuesto a todo?
-Son principios y no por eso soy menos actriz. Es mi principio como mujer, mi pudor. Un director puede hacer milagros con una escena. Yo no soy juez de nadie. Mis cosas las pienso yo y cuando tienes tus principios lo más sano es mantenerlos.
De niña sus padres le prohibían la televisión y terminó adentro. Jugaba todavía a las muñecas cuando le imploró a su madre participar de un casting televisivo. Desde el furor de Topacio (culebrón venezolano de 1984), fue por más de una década la reina extranjera de la telenovela argentina. A fuerza de llanto y desgracias, supo disparar el rating de las tardes, en épocas de súper coproducciones de Omar Romay y Silvio Berlusconi (Más allá del horizonte). El milagroso banco de imágenes de Internet permite verla en acción con cuanto galán de turno existiera en los ‘80 y 90’: María de nadie, con Jorge Martínez (1985), Rebelde junto a Ricardo Darín (1987), Manuela (1991), Primer amor (1992) y hasta Chiquititas, su último trabajo en el país, en 1999.
Por aquel entonces, evoca, vivía en San Isidro. Épocas en las que el productor Raúl Lecouna grababa en el living de su casa para darle credibilidad a las historias de amor. En la vida real, Grecia estaba casada con un empresario argentino, padre de su único hijo, de quien se separó años atrás. Luego volvió a formar pareja por cinco años. Hoy fantasea con rearmar su vida en Buenos Aires. “¿Quién te dice que el amor de mi vida no esté por acá? Este es un lindo lugar para eso y todavía yo siento que tengo que amar más, que me falta vivir mucho más del amor”, sueña.
-Parece que fueras una prolongación de esas mujeres soñadoras de tus telenovelas...
-Sí, aunque no me la paso llorando como ellas. Soy súper divertida y sana y tuve a mi lado hombres que no me han hecho llorar como a mis personajes. Yo siento que no hay que perderle el valor al amor. No hay que dejarse llevar por un alguito y nada más. Cuando sientes algo verdadero por alguien, ni lo dudas, ya lo sabes. Yo soy muy romántica, me gusta el respeto, la seducción de un hombre a una mujer, la delicadeza, la agarrada de mano y la elegancia antes de llegar a otra cosa. Eso no lo voy a perder nunca. Creo en los príncipes todavía.
Casi como si estuviera dentro de un culebrón, mira el Obelisco desde el piso 23 del hotel Panamericano, comprime las pestañas y suspira. No es difícil dilucidar que en el fondo de esa galería de heroínas, evidentemente estaba ella. “Yo creo que es así -suelta astutamente su eslogan del final- la vida es eso, es una telenovela”.
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